Cada pequeño es único e inigualable

Cuando tenemos hijos, nos invade una gran incertidumbre de si sabremos hacerlo bien, y ocurre algo maravilloso; se despierta un instinto mágico, protector, de amor verdadero, se llama: instinto maternal.

El ser que ha crecido en nuestro vientre nos hace valientes y con las fuerzas de una gran luchadora.

Ellos nos convierten así gracias a su existencia.

Seguro muchos habréis ido a una escuela de padres, y escuchado tantos consejos, pero al final los criamos como mejor sabemos y con el tiempo nos damos cuenta si hemos acertado o no, es una especie de riesgo el que afrontamos.

Mucho ayuda la sabiduría y guía que le pidamos a Dios. Un hogar, una familia, un matrimonio, unos hijos sin su presencia llega a ser algo caótico, por no decir del todo caótico.

Nuestros hijos son una bendición y a ellos les doy gracias por haberme hecho mamá , sin olvidar al cabeza de familia, mi esposo Juan, un ser extraordinario al que amo profundamente.

Saber corregirles es parte de la educación que les brindamos, lo mejor es corregir con el ejemplo, ellos verán en casa a sus padres como modelos.

¡Ánimo! no es sencillo, pero al final darán buenos frutos