Era el año 2006 un 6 de febrero cuando miré hacia atrás y vi el camino que había recorrido desempeñando mi trabajo como enfermera, había trabajado en varios sitios a la vez hasta que aprobé un concurso oposición y obtuve plaza en el Hospital de la Princesa en Madrid. 

Mi hijo mayor comenzaba la escuela infantil y fue al comprarle un baby (mandil) que viene a mi mente la idea de poner una tienda de ropa de niños y de uniformes escolares.
Recuerdo que durante un año trabajé a la vez en el hospital, y en la tienda contratando una dependienta a media jornada, para ver si era lo que quería e intentar no equivocarme.
Finalmente pedí una excedencia y continúe con la tienda siempre con la ayuda de mi esposo, era importante contar con él; aunque debo confesar que me veía tan lanzada que no le quedaba más remedio.

No conocía de negocios ni de temas de ventas, tan sólo me movía la ilusión, hice varios cursos al respecto, pero el verdadero aprendizaje lo he tenido a base de tener que afrontar dificultades, pasaban los años, casi nada cambiaba y yo continuaba.
Durante esos 14 años, he tenido grandes alegrías y también he llorado, me he caído y a pesar de todo he continuado, considero que lo vivido me ha hecho más fuerte.
Mi familia era muy importante y no era posible sacar más tiempo para prepararme en profundidad en temas empresariales que luego comprendí que eran vitales.

Un día 31 de diciembre de 2017 conocí a una persona que me habló de unos talleres donde se impartían unas formaciones muy interesantes que me podían ayudar tanto a nivel personal como empresarial, estaba pasando momentos muy duros con las ganas de hacer las cosas mejor y no sabía cómo, las ventas bajaban y a pesar de muchos esfuerzos no había forma de remontar, a la vez la crisis comenzó a hacerse más palpable.

En enero de 2018 todo iba a cambiar, conocí a Mónica y comenzamos trabajar en varios aspectos, en cada sesión sentía que retiraba una montaña; eso me ayudaba a conocerme mejor, su confianza en mí, su profesionalidad y su manera de manejar la situación, me ayudó a quitar sentimientos de fracaso y pude ver de manera objetiva que la tienda tenía motivos para dejarla, que era un ciclo terminado.

El 6 de febrero de 2018 en una de nuestras sesiones, Mónica con gran entusiasmo me preguntó si recordaba algún momento puntual y feliz en mi infancia, algo que me hubiera hecho sentir la niña más feliz del mundo, fue que vino a mi recuerdo el día en que mi abuela me regaló un peluche, tendría unos 5 años, ella vivía en Cuzco y nosotros viajábamos desde Lima a pasar las vacaciones escolares, mi abuela fue maestra, además artesana, hacía trabajos de muñequería histórica cosiendo trajes, bordándolos con hilos de oro y plata, el cabello que le ponía a sus trabajos era natural, solía ayudarle a escoger las lentejuelas de colores, encajes y telas de terciopelo todo eso me encantaba.
El día que llegamos ella estaba en una exposición en un stand donde aún no había tenido ni una venta, me vio; corrí a abrazarla y con ese brillo en los ojos que las abuelas tienen por sus nietos me dijo: ¡Acompáñame!, yo cogida de su mano no sabía a donde me llevaba; entonces nos acercamos a un puesto donde había muchos peluches de diferentes tamaños, modelos y colores y me dijo ¿cuál quieres? Y yo con grandes ojos miré uno.

En realidad, era una conejita blanca con una blusa rosa y un overol verde brillante, por razones de como se ha ido dando todo, acabó siendo un conejo cuyo nombre es Cucho.

Uno de los motivos fue que en uno de nuestros talleres de formación, hicimos una práctica: debíamos presentar algo que no existiera en el mercado y se me ocurrió un carro que se elevara para no agacharnos en el momento de sacar la compra de la cesta y lo presenté como ¡El carro súper Cucho! fue
entonces que en la clase ocurrió algo increíble, tal vez por la forma en que lo dije, la clase estalló de alegría, nos reímos hasta que nos doliera el estómago, fue un momento mágico, entonces se me ocurrió al instante poner el nombre de Cucho a mi recuerdo. 

Luego vino la etapa de buscar el dibujo que se pareciera al original, fue un arduo trabajo, vi muchos modelos, luego le pedí a mi hijo mayor que lo dibujara. Era gratificante verlo participar de este proyecto. Debo decir que la tienda fue un campo de entrenamiento, un lugar de oración y de relación espiritual, cuando estás desesperada, clamas a Dios y Él te da respuestas. Mi gran motivación es que Cucho pueda hacer sonreír y alegrar a los niños, en especial a aquellos que pasan temporadas hospitalizados y atraviesan momentos delicados; que puedan sentir que Cucho no es un peluche cualquiera, que tiene una historia y que es producto de la fe, la perseverancia y del amor.


Actualmente trabajo como enfermera en Atención Primaria en la Comunidad de Madrid, mis hijos crecieron y eso me da lugar a seguir volcando mi pasión en Chana y Cucho para todos los niños del mundo.


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Atte. Rossana C.

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